Disculpad el retraso... Por lo visto, después de la fiebre tifoidea me deparaba otra dolencia. Esta vez ha sido cosa del azar o de mi torpeza. La caída por unas empinadas escaleras me inmovilizó la espalda temporalmente, acabando en un esguince que ya empiezo a tomarme con buen humor. Si me paro a pensarlo, puedo incluso creer que tengo mala suerte. Prefiero no detenerme y seguir desafiando el porvenir.
Todo quedó inundado en llamas. Cientos de velas ardían navegando por el Ganges mientras el cielo, ya oscuro, se iluminaba de colores. Los estallidos eran constantes y explotaban al unísono de cada risa de los más pequeños. El Diwali o “Festival de las Luces” despertó una alegría desbordante en las calles de Varanasi. Se repartieron dulces entre vecinos, familiares y comercios. En la entrada del nuevo año hindú todo eran sonrisas y veneraciones. Lakshmi, consorte del dios Vishnu, era la divinidad a quién se rindió más devoción. Presidía la festividad al ser ella quien otorga la prosperidad y la riqueza.
Las calles estaban repletas de gente, vistiendo ropa de estreno y acompañados de familiares y amigos. Cuenta la leyenda que el príncipe Rama, después de haber derrotado a Ravana, rey de los demonios, regresó a la ciudad de Ayodhya. Su victoria, que conllevó la liberación de dieciséis mil doncellas que permanecían prisioneras, movilizó al pueblo para su bienvenida. Los habitantes llenaron las murallas y los tejados con lámparas para guiar a Rama en su camino.
A pesar de todo, en la constancia reside el éxito. En el caso de los niños más mayores, el trayecto tiene más baches. No por falta de interés o de entusiasmo, los niños de 9 a 12 años se ven obligados a encogerse de hombros y dar la espalda a sus sueños. Lo comprobamos a diario paseando por los bellos ghats que acompañan al Ganges. Con sus escalinatas, siempre llenas de vida y de realidad en estado puro. Ellos, con grandes bandejas de mimbre en sus brazos, merodean la zona a la caza de turistas que quieran comprarles una flor para echarla al agua, dónde se pierden sus ilusiones, su futuro. Sus miradas, perceptiblemente tristes, pero siempre acompañadas de una sonrisa, esconden la frustración de un niño que es forzado a ser adulto.
La educación, en este caso de los padres, es la vía. Se les intenta concienciar sobre la importancia de escolarizar a sus hijos, para romper ese círculo de imposibilidades, para abrirles puertas, para darles opción. Llegar a la meta es difícil, pero seguiremos cultivando el camino, plantando semillas para el cambio.
Luces y penumbrasEstas últimas semanas hemos tenido mucho trabajo. Por suerte, la buena compañía facilita cualquier esfuerzo. Cristina, la hermana de María, y Nacho, socio y amigo, nos acompañaron en estas tierras. Desde el amanecer hasta el último soplo de vida en las calles, trabajaron con esa devoción que solo tienen los que saben lo que buscan, los que disfrutan de su labor. Cristina y Nacho son los creadores de la nueva productora audiovisual La Soga Films. Aprovechando la visita a la India para conocer mejor el proyecto que María fundó hace un año, dedicaron sus días a la grabación de una pieza documental que muestra la vida de una de las familias dentro del programa de Semilla para el Cambio.
Fue más que un honor acompañarles en esta tarea, compartir momentos y experiencias. El rodaje requirió una aproximación muy cercana y constante con la familia seleccionada. El acercamiento dio pie a conocer matices casi imperceptibles fuera de las paredes de esa casa a orillas del Ganges. Era ya de noche, habíamos quedado con ellos para una breve entrevista. Después de realizar varios ejercicios de equilibrio, pues su hogar se encuentra en un lugar de acceso complicado, nos descalzamos y entramos. Una vez dentro, quedamos encerrados en un desconsolado estremecimiento.
Desafortunadamente, no es nada nuevo ni fuera de lo común que una mujer sea maltratada por su marido aquí en la India como en otros muchos lugares del mundo. Escuchar de cerca el llanto y ver cómo le caen las lágrimas mientras miente, por miedo, es absolutamente aterrador.
La mamá de S. tiene 5 hijos. Los tres pequeños están escolarizados dentro del programa de Semilla. La hija mayor pronto debe casarse y pagar la dote; y el mayor de los varones, de 12 años, es obligado a trabajar para ayudar a costear los gastos familiares. El padre y la madre trabajan en la construcción por sueldos irrisorios que el marido acaba consumiendo copa tras copa.
El primer estímulo que le viene a alguien después de presenciar un capítulo de semejante calibre es la rabia. Pero el odio no sirve más que para cultivar este círculo de atrocidades.
La discriminación a la mujer en la India comienza desde el vientre y la cuna, desde el feticidio de féminas a la realización de las tareas más duras y la posterior venta o casamiento a cambio de dinero. La complicada situación económica de las familias más pobres se traduce en casos severos de drogadicción y alcoholismo entre los varones, que a su vez, desemboca en la violencia conyugal y el abuso sexual.
Tuve mis dudas al decidir si escribir estas líneas. La impotencia acabó decidiendo por mí. Presenciar situaciones tan desgarradoras hace que tu corazón se debata entre lo correcto y lo moral. Es difícil resolver casos como este en un país dónde nada es lo que parece. Para acabar con el mutismo, con el dolor silenciado, hace falta dar voz y asistencia tanto a las víctimas como a los agresores. Semilla para el Cambio invitará mensualmente a los padres de las familias para sensibilizarles sobre la importancia de sus actitudes, de su comportamiento frente a sus hijos, insistiendo en renunciar a hábitos que desemboquen en el uso de la violencia.
Desde el Ganges, con sus aguas sagradas, se pueden pedir deseos. Durante el Diwali, dicen que cuanto más lejos vayan las velas que los transportan, mayor será la felicidad en el año venidero. Una deja de creer en los milagros a pesar de estar en una ciudad tan increíblemente mística. No basta con encender una vela y dejar que se la lleve la corriente, río abajo. Hay que luchar. Por ellas y por sus hijos, por su resignación forzada, por su dignidad.
1 comentario:
Gracias por acercarnos la realidad de Benarés y por luchar para que esas niñas y niños tengan la oportunidad de cambiar esa realidad en el futuro.
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